Dar un cuarto al pregonero: La
figura del pregonero o portavoz ambulante de noticias existe desde hace
mucho tiempo, incluso se lo registra en la época de los romanos. En
España, se sabe que existían pregoneros por lo menos desde el siglo XV y
además tenían la
particularidad de estar divididos en tres clases: los oficiales, que
estaban al servicio de la Administración; los heraldos, que marchaban
delante de los nobles anunciando el paso de estos, y los voceadores
mercantiles que, por
encargo de cualquier vendedor, pregonaban los artículos y servicios más
diversos. La tarifa usual de estos últimos era un cuarto, moneda de cobre que equivalía a cuatro maravedíes, es decir, alrededor de tres céntimas de
peseta, de manera que dar un cuarto al pregonero significaba
pagar los servicios de ese oficial público para que difundiese, en voz
alta, cualquier tipo de noticia. Con el correr del tiempo, la frase
adquiriría en España
(ya que en el Río de la Plata y el resto de América del Sur es poco
usual) un sentido totalmente opuesto, cual es el de reprobar la
divulgación de algo que, por su particular naturaleza, debiera callarse.
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